miércoles, 26 de enero de 2011

Próxima parada: Chamberí


Seguramente esta estación de metro sea conocida por muchos de vosotros pero yo la descubrí hace, como quien dice, dos días.
Iba "enMimismada", mirando hacia la infinita oscuridad del túnel cuando de repente se hizo la luz y apareció una pared con pequeños azulejos blancos y rectangulares típicos de las primeras estaciones. Dentro del rombo rojo: "CHAMBERI"
-¡Oh!, ¡una estación fantasma!. Genial, próxima entrada Chamberí.
Pensaba que tendría que volver a hacer el trayecto Bilbao-Iglesia o viceversa para conseguir la foto pero cual fue mi sorpresa cuando con dos palabras en el afamado buscador comprobé que era un museo gratuito. Así que allá que me fui.

Nada más picar mi billete y atravesar el torno llegué al siglo XX.
17 de octubre de 1919.
Alfonso XIII, bastón en mano, se atusa el bigote. Acaba de inaugurar la primera línea del metropolitano que lleva su nombre como reconocimiento a su aportación personal de un millón de pesetas para la realización de la obra.
El arquitecto, Antonio Palacios, se muestra orgulloso de su proyecto. Su idea de utilizar cerámica con acabados brillantes y coloristas para conseguir que la gente pierda el miedo a bajar los 10 metros de profundidad y a viajar en estos trenes que circulan ¡a 25km/h! parece que va a surtir efecto.
Las familias obreras de Cuatro Caminos están contentas sabiendo que podrán acercarse a Sol en pocos minutos atravesando tan solo seis estaciones:Ríos Rosas, Martínez Campos (Glorieta de Iglesia), CHAMBERI, Glorieta de Bilbao, Hospicio (Tribunal) y Red de San Luis (Gran Vía).
De repente se acerca el tren ante las caras de asombro de los que allí se agolpan.
Acaba de nacer la línea uno y con ella Madrid entra en el club de las ciudades europeas con underground : Londres, Budapest, París y Berlín.





Ni se podían imaginar entonces que solo era el principio de los más de 280 km de vías, 14 líneas y 292 estaciones que tenemos hoy.
A veces vuela, otras saca de quicio.

miércoles, 19 de enero de 2011

Frente al espejo


Mira que eres presumida.
Cuántas veces habré oído esto mientras me arreglaba el pelo: flequillo a la izquierda, flequillo a las derecha, sin flequillo, otra vez a la izquierda....
Pues si, algo presumida si que soy para que nos vamos a engañar... Me gusta llevar el modelito (o hato que diría mi abuelo) adecuado para cada ocasión, incluso para hacer senderismo si se da el caso.
Por eso esta tienda del barrio de Salamanca con el escaparate dando la bienvenida frente a la salida del metro de Diego de León no pasó desapercibida para mi la primera vez que la vi. Ni la segunda, ni la tercera, ni la cuarta... muy a mi pesar sigo viéndola cada lunes. He visto como ha ido cambiado su escaparate poco a poco, alguna que otra vez he entrado a ojear y finalmente me he puesto frente al probador y he picado...
Creo que puede servir como escusa para por fin contar mi historia de estos últimos meses.

El conflicto comienza en septiembre cuando a raíz de un embarazo molar me diagnostican una enfermedad trofoblástica que parece de ciencia ficción, que hay que controlar y que se va complicando hasta desembocar en una guerra dividida en lo que parece serán duras batallas de quimioterapia.
La tristeza de haber perdido la ilusión de una nueva vida queda en segundo plano para luchar ahora solo por mi propia salud.

Lo primero es hacerse a la idea, preparar la mente para lo que se avecina y armarse de mucho valor con suficientes cartuchos de optimismo.
Lo segundo es llevar en tu petate todo el apoyo de los que te quieren y a los que necesitas pero también hacerles saber que eres fuerte y no caerás.
Y lo tercero... como todo soldado... pasar por peluquería y meter la tijera a esa cabellera pelirroja, teñida si, pero tan propia que ya ni los que te conocieron como una niña rubita te la cambiarían.
De primeras "solo" treinta centímetros para quedar casi como Lilu, son los más traumáticos y por mucho que el peluquero te diga que estás más guapa así, por mucho que tu prima Anita que ya siendo un bebé te veía bonita te diga que estás mona de cualquier manera y aunque sepas a ciencia cierta que tu marido, aunque te conviertas en la caracono, te seguirá diciendo "y yo a ti preciosa", como no lo haces porque realmente quieres ni siquiera te ves más guapa que cuando te mirabas en un espejo de la discoteca con la melena totalmente encrespada diciendo "que asco de pelo un día me lo rapo".
En vísperas de la segunda batalla nuevo corte para quedar ya como Juana de Arco (esque Mila Jovovich me encanta).
Y desde entonces cada mañana me doy un tirón pensando si seguirá ahí, y ahí sigue cuando ya me preparo para la cuarta batalla.
No se si finalmente me convertiré en pirata, pero de ser así no me quedará más remedio que coger el timón de mi bergartín y luchar con diez cañones por banda viento en popa a toda vela.

Presumo también de ser buena paciente por eso hice caso al doctor cuando me recetó muchas sonrisas y me prohibió totalmente las lágrimas. Tengo mis truquitos para desahogarme, hay quien fuma mariguana, yo prefiero este de llorar palabras, sobre todo en las noches de insomnio de hospital.

Y si alguna chica en mi situación lee esta entrada debe saber que ni el mejor pelo Pantene, ni el mejor color de cara puede hacer más bello el rostro que una luminosa sonrisa nacida de las ganas de disfrutar de cada día. Es más, el mejor piropo que recuerdo fue una frase que me dijo un amigo por chat desde el otro lado del charco después de mucho tiempo sin hablar cuando le dije que estaba bien, todo igual que siempre: "¿tan sonriente como siempre? yo te recuerdo así", dijo él.
Para todo lo demás:pañuelos, gorros, sombreros, maquillaje, vestidos de colores, collares, pendientes, abalorios..... que se pueden comprar en esta coqueta tienda con fachada verde esperanza y nombre de agradecimiento.

¡Gracias a todos por el apoyo que me estáis dando!

domingo, 16 de enero de 2011

Un bocado de Nueva York.

Desde que descubrí que podía pedir las famosas hamburguesas Alfredo's para casa, cada vez que viene alguien surge la misma pregunta ¿y si pedimos unas Alfredo's? El que las conoce ni se lo piensa y el que no queda encantado.
Pero nunca había ido al restaurante: un local pequeñito de la calle Lagasca que está siempre lleno ¿por qué será?
Tras un paseo por nuestra quinta avenida ojeando vestidos y zapatos que aún rebajados son tan imposible de comprar como los de temporada, decidimos por fín acercarnos a comer la mejor hamburguesa de Madrid recién hecha y en su salsa.


La descuidada fachada comparada con los restaurantes chic de alrededor no invita a entrar si lo desconoces aunque ya se sabe que "si hay mucha gentes es que se come bien".
Entre los cientos de carteles de Coca cola y las fotografías que plagan las paredes destaca la del neoyorquino con sombrero tejano que vino a Madrid en 1981 desde las américas para abrir uno de los primeros restaurantes de cocina casera americana de la ciudad. Casi treina años lleva haciendo la misma salsa barbacoa para sus genuinas hamburguesas de carne exquisita. Además de las típicas costillas, alitas de pollo, salchichas, aros de cebolla, ensalada de col.... y no hablemos ya de los postres. La tarta de queso riquísima, yo diría que mejor que el mítico brownie.
Tuvimos que esperar media hora en la pequeña barra de la entrada para poder ocupar una mesita de mantel de cuadros rojos y blancos pegada a otras cuatro. El poco espacio está bien aprovechado.
Y allí, bajo banderas de barras y estrellas, con un concierto de Bon Jovi de fondo y chorreando ketchup de la 'great burger' soñamos con nuestro futuro viaje a
♪New York... New York.... ♪


martes, 11 de enero de 2011

Víctor y yo

Víctor es pequeño, travieso y suave.
Se levanta de la siesta con mofletes de melocotón
¡pero genio de limón!

Recuerdo la primera vez que subió en metro.
Estábamos en casa de mi madre y le tenía en brazos dándole los mil besos de despedida y el gran abrazo de oso cuando me acarició el pelo y me preguntó:
-¿Ya te vas a tu casa?¿Por qué?
-Porque es tarde y tengo que coger el tren.
-¿Vito monta tren?
Esas tres palabras sirvieron para que la cabeza de la entonces tía Alua que ya es tía Laurrrrrra se pusiera a carburar en una de esas "ideas locas" que no disgustan del todo a la abuela pero a las que la tía Bea que es un poco más mohína -sabe que se lo digo cariñosamente- siempre pone alguna pega.
Finalmente la convencimos y nos fuimos las tres a subir al peque al metro como si de un tiovivo se tratase.
Y ¡como disfrutamos! del entusiasmo de mi colorín cuando vio que por el túnel negro asomaba la cabeza del convoy, esa cara de sorpresa como si hubiera visto... no se qué la verdad, no sabría describirlo. Quizá recordeis a Josué en "La vida es bella" cuando vio llegar el tanque. Si, podría decirse que fue una expresión parecida a esa.
Claro, la baba de las tres casi inunda el andén.
Una vez dentro no podía dejar de mirarlo todo con sus vivarachos ojazos. Cuando llegábamos a la oscuridad se miraba en los cristales sonriéndose a si mismo y esperando que se hiciese otra vez la luz para asombrarse de nuevo con la siguiente estación.
Sólo me acompañaron dos o tres paradas, las suficientes para crear en mi me memoria uno de los mejores recuerdos de mi anecdotario en el transporte público de Madrid.
Y hoy le dedico esta entrada porque es un campeón y después del susto que nos dio al nacer por unos problemas neurológicos por fin le han dado el alta definitiva.
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