jueves, 26 de agosto de 2010

La casa del Reloj


El reloj ha marcado ya demasiadas horas en las muñecas manchadas de los que se reunen en esta casa para bailar agarrados el bolero.
María lleva el collar rehecho con perlas de otros ya rotos, los labios pintados para avivar una sonrisa casi permanente y mucho perfume dulzón de su marca de siempre.
La leve cojera no le ha impedido llevar paso ligero para no perder el autobús rumbo a Legazpi y con él dar esquinazo a las tristuras que ha dejado encerradas en casa junto a las miles de fotografías que empapelan las paredes y los cientos de adornos inservibles que
decoran los muebles. (No sabe lo que es el minimalismo ni falta que le hace).
Y allí estaba, en la sala de baile, como cada tarde. Pero ella ya no espera a que la saquen a bailar como hacía cuando era moza; si no llega su compañero habitual le pide la pieza al primero que la mira dos veces. Le importa poco el "qué dirán".

No tiene a quien darle explicaciones pues el cura lo dijo bien claro "hasta que la muerte os separe" y aunque algunos fuesen más papistas que el papa ella no quiso guardar más del luto necesario a aquel que decía no saber nada cuando le preguntaba de quién era el sujetador dos tallas más pequeño que había encontrado entre los cojines del sofá.
Claro que lo quiso, incluso le perdonó su debilidad por putas y prostitutas, aún le lloraba en su aniversario y le limpiaba la tumba el día de los Santos, pero ella estaba viva y quería disfrutar de esa nueva niñez que la vida la devolvía sesenta años después. La primera se la había robado el hambre y el trabajo en el campo como a tantos otros.
Ahora se creía más lista o al menos valiente, tanto como para no dejarse arrebatar esta segunda por las amarguras de aquellos que solo viven para criticar la felicidad de los demás porque no son capaces de buscar la suya propia.

Y los dolores.. bueno... ahí estaban, se sobrellevaban o se intentaban olvidar, esos buenos ratos eran su
fuerza vital
.

El edificio pertenece al complejo formado por trece naves que conforman el Matadero e Invernadero municipal, contruidos entre 1910 y 1925 por Luis Bellido en estilo neomudejar como tantos otros edificios de la zona y de la época.
En la década de los setenta quedó obsoleto y finalmente cerraría en 1998.
Hoy todo el complejo es un macroespacio cultural. Concretamente en la casa del Reloj se encuentra un centro de mayores que es lo que me ha llevado a escribir esta historia ficticia que podría corresponderse con la de cualquiera de los viudos y viudas que se reunen allí.

madridmmm madrid

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lunes, 23 de agosto de 2010

Atípico

Alguien dormitando, alguien en babia, alguien hablando con la persona que lo acompaña... es habitual verlo en el metro.
También, y quizá lo más común, alguien leyendo. Pero ¿alguien con una katana?

jueves, 12 de agosto de 2010

¡Oh Mayrit!

A petición de una de mis seguidoras he estado investigando sobre el Madrid medieval. El problema es que son poquísimos los lugares que quedan en pie, por no decir prácticamente ninguno, sobre todo si nos referimos a los siglos X y XI.
El que más me ha llamado la atención es la céntrica Plaza de la Paja.
Allí me dirigí y ¡Oh, Mayrit! entré de lleno en el zoco que la ocupaba. Me encontraba con pantalón bombacho y graciosas babuchas (seguramente made in Al-Laqant) en pleno siglo X.
Asombrada, recorrí cada puesto: olí perfumes almizclados, compré albahaca para mis ensaladas con la única moneda que tenía entre mis dedos, manoseé preciosas telas, admiré varias alfombras y pregunté al alfarero cómo conseguía la suficiente paciencia para crear esas cerámicas.
Cuando estaba mirando algunas piedras para imaginar collares se me acercó un chico:
-Mi favorita es esa- dijo señalando una azul -tiene el color de una noche con luna. Sus vetas blancas parecen estrellas y mira, incluso tiene algunas chispitas doradas como el sol.
Me dejó un poco desencajada y solo atiné a decirle "¿Como?".
-Perdona, mi nombre es Abu, soy matemático y astrólogo. Este es mi puesto favorito.
Aún asombrada caí en la cuenta de que quizá estaba hablando con el primer madrileño conocido.
-Encantada, soy Lau..., digo... Casilda. ¿Cómo has dicho que te llamas? Algún día me gustaría leer tus estudios, soy una admiradora del cielo- le dije sonriendo.
- Vaya, que sorpresa... ¿no serás una de las copistas del califa, verdad?-preguntó entrecerrando los ojos.
- No, no, es solo curiosidad, siempre me han gustado los números pero sobre todo mirar a las estrellas.
-
Me llamo Âbû-l-Qâsim Maslama. Lo dicho, debes llevarte ese cachito de cielo.
-Me gustaría, pero no tengo fulus, solo estaba mirándolas.
Antes de que acabase la frase ya estaba regateando con el tendero que además al parecer era amigo. Finalmente me regaló el lapislázuli.
- Eres muy amable pero no puedo aceptarlo, no puedo darte nada a cambio.
- Si que puedes, el tesoro más preciado, dame solo un poco de tu tiempo.
No pude negarme, estaba hablando con prácticamente el mejor matemático y astrónomo de Al-Andalus aunque el aún no lo sabía. Tenía la oportunidad de preguntarle por sus logros actuales y sus próximos proyectos y eso es justamente lo que hice.
- ¿Sabes que las próximas noches el cielo llorará? Está triste porque sabe que la estación calurosa acabará pronto. - le dije intentando impresionarle.
- Siiiiiii, es cierto, son las estrellas que caen en la zona que se corresponde con la constelación de Perseo, también se pueden ver cerca de Casiopea. Bonita forma de expresarlo.
Tuve que contener mi lengua para no decirle que en realidad eran restos de un cometa, me hubiera tomado por loca.
Me contó que estaba estudiando los escritos de Ptolomeo y de Al-Jwarizmí, deseaba perfeccionar el mapa del cielo y centrar las observaciones en el meridiano de Córdoba. Además quería marcharse allí para tener los mejores maestros y poder consultar la gran biblioteca que había creado
Al-Hakam II. Su mayor ambición era la de fundar su propia escuela.
Fue una conversación interesante, sobre todo sabiendo que cada uno de sueños se hizo realidad.
Cuando salí de la plaza volví al siglo XXI, mi ropa volvio a cambiar, pero... tenía un cachito de cielo colgando del cuello.

Esme, gracias por tu petición que me ha llevado a descubrir este personaje tan interesante. Por cierto, ¿sabías que el apellido de tu abuela y mi abuelo viene del árabe y significa cantar?

martes, 3 de agosto de 2010

Cosas que pasan... en el metro.

Siete de la mañana de un día laborable, no recuerdo cuál. La linea amarilla (o tres) no va demasiado llena, incluso hay sitios libres, cosa rara.
Las caras están soñolientas, las miradas perdidas y el gesto indiferente o serio. Pocas, casi diría que ninguna sonrisa ni nada que se le parezca.
En mi móvil-walkman suena algo tranquilito y bastante acorde con el momento "el lunes cuesta, el martes imposible sin tu voz".
Desde el fondo del vagón se acerca un chico. Ropa ancha, greñas y barba de unos días. Tampoco sonríe pero derrocha energía, no se lo que irá escuchando en su mp3, ipod o lo que sea pero le debe gustar la batería porque la toca de maravilla a la vez que se le escapan algunas palabras en voz alta que no me son suficientes como para adivinar la canción. Se sienta enfrente de mi, y sigue tocando "su batería" enérgicamente ajeno a los que le miramos entre estrañados y divertidos.
Pues mira, se agradece alguien así a esas horas. El chaval me sacó la primera sonrisa del día.
Va por él esta nueva sección dedicada al transporte público y sus gentes. (Lógicamente sin fotos...)
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