miércoles, 25 de marzo de 2009

Una historia de viaductos

Fría tarde de un invierno que se resiste a abandonar la ciudad. Oscuridad que le invade el alma. Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente desde que ya no quedan sueños por cumplir ni ilusión por la que vivir. Desde que la otra tarde le dijo mirándole a los ojos: "Ya no te quiero".
Había vagado por melancólicos pensando en los paseos por el Retiro cuando todo eran risas y complicidad, recordando las visitas al Museo del Prado cuando interpretaban las miradas de los Goyas y Velázquez,
saboreando los helados italianos que tomaban sentados como dos turistas más frente al Palacio Real. Aquello ya no existía, no quedaba nada, solo recuerdos, tantos recuerdos... un pasado mejor que ya no iba a volver.
Llegó a la calle Segovia, y lo vió imponente con sus arcos de hormigón. El viaducto que tanto admiraba a
pesar de sus tristes historias de suicidios, leyendas de almas en pena y ...vagabundos.
Se dirigió hacia él para encontrar su destino, acabar de una vez con todo.


Pero arriba las cosas se veían diferentes, una esperanza se vislumbraba a lo lejos, el cielo azul cobalto y el viento frío aunque suave le hicieron pensar por qué no darse una oportunidad, cambiar de actitud, sonreir a la vida.
De repente escuchó una canción conocida que ahora le hacía daño oir, era su canción, la de los dos, y en la pantalla del móvil parpadeaba su nombre.
Miró el telefono dudando cogerlo, finalmente lo agarró fuerte, respiró hondo y lo lanzó tan lejos como pudo. Se acabó. Fue bonito mientras duró, pero se acabó y la vida seguiría.
El viaducto que empujó a tantas personas hacia otra vida también le guiaría a otra vida, pero en este mundo, en el de los vivos porque como dice la canción, de amor ya no se muere...




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domingo, 22 de marzo de 2009

Un cachito de Egipto

Atón muere en el horizonte mientras varias personas observan su caida entusiasmadas por los colores con los que va pintando el cielo de Madrid.


 
Pocas ciudades gozan del privilegio de haber sido obsequiadas con un regalo como éste que además puede ser admirado por cualquier paseante a cualquier hora del día. Rodeado por un jardin al estilo egipcio con su estanque y palmeras solo nos falta un sicomoro dando sombra para sentirnos como el mismísimo faraón. Miles de años acumulados en estas piedras, transportadas y colocadas una a una según su forma original, de este a oeste, a miles de kilometros de su ubicación original. Entre sus paredes se rindió culto a los dioses Amón e Isis hace más de 2200 años y aunque esta no es la época del Egipto que más me gusta y del que más he leido no puedo evitar pensar en vestidos de lino, conos de perfume sobre pelucas negras y lisas, ojos pintados con khôl, exhuberantes joyas de lapislázuli y turquesa, así como en geniales médicos que utilizaban todo tipo de ungüentos y hierbas, mujeres con barba de faraón y escribas con cálamo de papiro. El Egipto de Sinuhé, Nefertiti, Pazair y Hatsetshup.


 
Abierto al público desde 1972, fue donado a España por el gobierno egipcio en agradecimiento a la ayuda prestada en la salvación de los templos de la baja Nubia (sur de Egipto), entre los que se encontraba este Templo de Debod, pero sobre todo por salvar el fabuloso templo de Abú Simbel, que corría peligro con la construcción de la moderna presa de Asuán.
En abril de 2008 fue declarado "Bien de Interés Cultural".


No creo que exista un lugar más mágico en toda la ciudad.

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jueves, 19 de marzo de 2009

Palacete de nata

La primera vez que vi el Palacio de Longoria fue durante una excursión del colegio, tendría diez o doce años. Recuerdo que pensé que parecía hecho de nata, que si lo tocabas iba a deshacerse. Supongo que da esta sensación por la ausencia de líneas rectas de la fachada. Sus ornamentos, motivos vegetales y figuras femeninas típicos del Art Nouveauo o modernismo hacen que en Madrid sea la mayor representación de este estilo artístico, que como seguramente sabeis tiene mucha más presencia en Barcelona, con Gaudí y Lluís Domènech i Montaner entre otros. Si nos fijamos, arriba podemos ver los mosaicos de cerámica tan característicos del Parque Güell. Por cierto que el autor, José Graves Riera, también catalán, fue compañero de estudios de Gaudí. Vino a Madrid en busca de oportunidades que supo aprovechar, realizando su obra maestra en el 1902 cuando Javier González Longoria impresionado por el art nouveau parisino le propuso construir su casa, este palacete, hoy sede de la tan mal vista SGAE.
Su reja de forja, también decorada con motivos florales, lo aisla de las construcciones de alrededor enmarcándolo como una auténtica obra de arte a la que solo se puede acceder en la noche en blanco o durante las jornadas arquitectónicas de septiembre. Una pena, porque desde la entrada pude ver sus escaleras con barandilla de hierro forjado y bronce, pero no me dejaron fotografiarlas. Habrá que esperar a las visitas guiadas para intentar conocerlo a fondo, mientras tanto podeis echar un vistazo al gran albúm fotografico de nuestro amigo google: escaleras, porche, patio


jueves, 12 de marzo de 2009

¿Torres Blancas?


Quién me iba a decir a mi cuando me gustaron tanto al verlas en televisión, que años más tarde todas las mañanas laborables me darían los buenos días. Así es desde 2005 y por fin me he dignado a indagar en su historia para averiguar por qué, como Puertollano que ni es puerto ni es llano, éstas ni son torres ni son blancas.
La explicación, coincidiendo con tiempos de crisis, es sencilla: presupuesto.


En principio se pensó en la construcción de dos torres en las que se mezclarían hormigón con polvo de mármol para conseguir el color blanquecino. Finalmente no se hizo ni lo uno ni lo otro y hoy en día sigue preocupando la forma de conseguir fondos para su mantenimiento. Una de las últimas, el rodaje de la película The Limits of Control que se estrenará este año.

El proyecto, la mayor expresión española de arquitectura orgánica, es del arquitecto navarro
Francisco Javier Saénz de Oiza y fue propiciado por el industrial, mecenas y vanguardista, también navarro, Juan Huarte. Un edificio de viviendas con aspecto arbóreo y jardines en altura, construido entre 1964 y 1969 que consiguió el premio de la Excelencia Europea en 1974 y hoy en día goza del reconocimiento de la comunidad internacional de arquitecto.
Me entusiasman esa especie de cilindros que lo componen, los balcones asimétricos, las celosias de madera y las terrrazas que sobresalen arriba, donde una vez hubo un restaurante que servía comida a los vecinos por unos pasaplatos habilitados para ello.
Mi amigo el "arquitecto" y yo, nos "aventuramos en lo desconocido, a un camino no recorrido con una actitud ilusionada y fuerte"* para subir, pero no pudo ser y nos tuvimos que conformar con la entrada, una viaje rápido a los años 60: cristales tintados de rojo, lamparas de globo y escaleras, esta vez si, de mármol. Nos quedamos alucinados, nos encantó la corta pero gratificante visita y nos quedamos con ganas de más.

Las vistas desde los 71 metros de altura deben ser increibles, para muestra el cuadro
Madrid desde las Torres Blancas del pintor manchego Antonio López, una obra que por cierto llegó a alcanzar los 1,38 millones de libras (1,74 millones de euros) el pasado año en una subasta de Christiès en Londres.
Lógico que el autor, una vez concluida la obra decidiera quedarse a vivir, yo desde luego ¡me he enamorado! porque "la belleza está en el interior..." y si no atentos al plano.



Más información.

* Frase de Sáenz de Oiza.

miércoles, 4 de marzo de 2009

El centro de un vistazo

Gracias a las sugerencia de la web dgusto, que por cierto recomiendo, pude comprobar las buenas vistas que hay desde la cafetería de El Corte Inglés de Callao. Merece la pena esperar un poco para sentarse en la terraza y mirar por la ventana mientras comes una hamburguesa o unas tortitas con nata. Aunque para hablar sobre la comida mejor pasad por dicha página.

Yo me quedo observando los tejados del centro-centro. Quien fuera Mary Poppins para poder saltar por las miles de tejas rojas, entre chimeneas y antenas de televisión. Llegar al Teatro Real, de ahí al Palacio, después a la Almudena.... saltar hasta la lejana y enooorme cúpula de la iglesia de San Francisco el Grande (al fondo a la izquierda). Siempre al compás por supuesto.


Si miramos hacia Gran Vía, tenemos justo enfrente el edificio Carrión, más conocido como Capitol, famoso por su cartel de Schweeppes en el que se colgó Santiago Segura en "El día de la Bestia". Edificio que por muy art-decó y muy moderno que fuera en su época (año 1933) a mi particularmente no me gusta demasiado pero está claro que es emblemático. A la derecha vemos el Palacio de la Prensa, como curiosidad decir que fue diseñado por Pedro Muguruza, autor también del Valle de los Caidos. Al final de la calle, considerada ya el broadway español por la cantidad de musicales que albergan sus teatros, se puede ver el primer rascacielos del país: la torre de Madrid, que ya se ha quedado "pequeña" pero todavía sigue impresionando. Todos tendrán su capítulo particular. Y aunque en Madrid no hay playa, ni mar, tenemos un faro, por algo somos los más chulos. Muuuuy a lo lejos se distingue un poco la espectacular Torre de Iluminación y Comunicaciones del Ayuntamiento de Madrid, osea, el faro de Moncloa. Después de tres años cerrado (las barandillas daban calambre) el mismo arquitecto que lo realizó, Salvador Pérez Arroyo, es el encargado de su rehabilitación, así que reservo en mi agenda del 2010 un día para visitarlo.
Tras este paseo rápido desde las alturas espero que os hayais quedado con ganas de acercaos a la cafetería. Ideal para invitar a un amigo/a a tomar algo y dejarle con la boca abierta.
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