domingo, 2 de junio de 2013

¡Marchando bocata-calamares!


Entre el Burger King de Sta María de la Cabeza y el Mc Donald de Atocha, enfrente de la estación, tenemos "El Brillante", famoso por hacer el mejor bocadillo de calamares de Madrid.
Eso al menos es lo que dice el cartel y yo no lo voy a discutir pues sí que es verdad que son tiernos, tienen el rebozado justo y lo principal, buen sabor.
Como todos los lugares que adquieren fama hay gente que dice que no son para tanto, que los hay mejores, que es demasiado caro... Yo personalmente solo lo puedo comparar con dos contados porque comer un bocata de calamares siempre iba unido a ir al Brillante a no ser que estuviera tan lleno que fuera imposible hacerse un hueco y entonces optábamos por "El Tres ", un pequeño bar al comienzo de la calle Atocha donde los calamares en vez de en baguette venían en un pan más pequeño y regordete, lo pedías para llevar con una Cola Cola y a disfrutarlo en el Retiro. También estaban muy buenos y eran más baratos, pero ya cerró.
He leído por ahí que otro de los mejores es el Bar Postas, en la calle del mismo nombre, la que va desde Sol a la plaza Mayor.  Aquí habré entrado un par de veces, lo típico que no vas aposta pero como te pilla de camino y el olorcillo te llama haces una parada a por un tentempié; corroboro lo leído, muy buenos y a buen precio.

Volviendo a el Brillante, como siempre, un poquito de historia.
Alfredo Rodriguez Villa llega a Madrid con una maleta de madera atada con una cuerda como hemos visto en tantas películas a Alfredo Landa. Era huérfano de un tratante leonés al que acompañaba de muy niño en sus viajes, ayudándole y aprendiendo de sus consejos.
Sin nada más que muchas ganas de trabajar empieza a hacerlo donde va encontrando. Pasa la guerra en la capital. Y ya en los años cuarenta con solo 21 años le hacen encargado del bar "La joya".
Más tarde, en los años cincuenta, pide un préstamo para abrir su propio local en la calle Eloy Gonzalo, nace entonces el primer Brillante. Una década más tarde abriría este de la glorieta de Carlos V.
Ahora es su hijo el que continúa con el negocio que cuenta como poco antes de morir en 1991 el fundador le dijo que entendería que no quisiera seguir con el trabajo puesto que era sacrificado y duro pero que si lo hacía seguramente vería ampliado su capital y ante cualquier adversidad solo tendría que pensar en él para superarla. Le ofrecieron varios millones por el local con los que podría haberse jubilado sin problemas pero ha preferido continuar con lo que su padre empezó. Le recuerda con emoción y no olvida el mejor consejo que le dio: "El cumplimiento de la palabra es fundamental. Hay que ser leal, honesto y honrado".





Actualmente, a parte de calamares, tenemos todo tipo de raciones: sepia, ensaladilla, empanada gallega, lacón, queso manchego....  hasta pizzas! pero de ello no puedo opinar, porque si en el Burger
soy fiel al Whopper y en el Mc Donald al Mc Royal de Luxe en El brillante siempre pido bocata-calamares.


Conclusión: 2 bocatas y 2 bebidas 16,50e, si prefieres ahorrarte dos o tres euros ve a por las hamburguesas...

lunes, 28 de enero de 2013

Una bici fucsia


Es diferente a los demás y se enorgullece de ello. No le molesta llamar la atención con su casco con linterna, su bicicleta plegable fucsia y sus medias a juego subiendo la cuesta hacia la estación para tomar el tren a la sierra, donde trabaja dando clases de francés en un colegio privado. Viste de colores alegres y llamativos para dar confianza a los niños así que su mote no podía ser otro que "Agata Ruiz de la Prada"
En realidad es belga, por eso continúa utilizando su bici en una ciudad complicada para ello no solo por el tráfico si no porque su perfil nada tiene que ver con el de las ciudades llanas de aquel país. Pero como buena gantesa, rebelde y tozuda, se resiste a abandonar su medio de transporte favorito aunque solo sea para una pequeña parte del trayecto.
A su país lo abandonó por amor, ¿por qué si no? Se enamoró de un madrileño moreno de ojos claros que la engatusó en una plaza de Gante después de tomar varias lambic de frambuesa  mientras la ciudad bullía de gente y artistas en la gran feria de Julio.
Si Juana perdió la cabeza por su paisano el hermoso siglos más tarde era ella la que la perdería por éste español.
Después de varios meses de mesenger,  llamadas por teléfono y alguna que otra escapada a un punto intermedio, decidió coger su bici y venirse definitivamente pa'Madrid.
Diez años desde entonces y el príncipe no se ha convertido en rana.

domingo, 20 de enero de 2013

La Torre de Madrid



En el verano de 1999, con la selectividad aprobada y mi futuro asignado busqué un trabajillo para tener algo de dinero en la universidad. Lo encontré en el Segundamano y con  una sencilla entrevista por teléfono me "contrataron" para empezar el día siguiente.
El trabajo consistía en ir a locales y pequeñas empresas de la ciudad ofreciendo el cambio de línea de teléfono a otra compañía nueva y más barata y/o la gran novedad tecnológica que muy pocos tenían todavía, el móvil-ladrillo. Vamos, de profesión vendemotos.
No había salario, solo comisión por contrato firmado, es verdad que no hice muchos pero ni siquiera me pagaron los pocos que conseguí.
Uno de los 10 o 12 días que aguanté me tocó la zona de Plaza de España,  salí del metro con mi carpetilla y allí estaba imponente, alto y blanco frente a mi el que con 142m de altura fue el edificio más alto de Europa hasta 1967 cuando lo superó el South Tower de Bruselas.  Quizá ahora no sea para tanto pero aquellos años yo no era nada viajada y ni siquiera conocía esa zona  en persona por lo que me impresionó bastante y empecé a pensar que mi ciudad tenía lugares chulos por descubrir.

Años más tarde, pocos días antes de conocer las notas de las dos últimas asignaturas de la carrera me llamaron de una empresa en la que me ofrecían dos meses  de formación para incorporarme después a un proyecto como programadora junior, con contrato indefinido y sueldo desde el primer día. Entonces trabajaba junto a Gran Vía como becaria en un portal de internet ya desaparecido (del que por cierto guardo muy buen recuerdo). Y resultó que la entrevista era muy cerquita, concretamente en la oficina siete de la séptima planta de la Torre de Madrid. Todo fue bien y en dos semanas  me incorporé con ilusión a lo que era oficialmente el primer trabajo "de lo mío".
Pasé los dos meses de formación en aquellas oficinas del rascacielos de hormigón que daban a un minúsculo patio interior, de esos que sacando la mano por la ventana se la puedes estrechar al vecino de enfrente. (El jefe tenía un despacho con un gran ventanal que daba a Gran Vía)
Estaba bien entrar allí todos los días y que el portero te diese los buenos días con su mejor sonrisa en vez de preguntar desagradable dónde ibas.
Una mañana nos cruzamos en el ascensor con esta actriz que hace de prostituta en "Aida" y que por entonces era la más buenorra de la serie (que acababa de empezar) imaginaos los comentarios de los compis informáticos...
Después me mandaron a proyecto y más tarde cambiaron las oficinas a otro lugar puesto que se rumoreaba que la mayoría de los pisos se iban a reconvertir en viviendas de lujo.
Aquí tenéis una muestra de la buena pinta que tienen. Lástima que ni  juntando los ahorros de mis casi ocho años currando con la bajada de la vivienda tenga suficiente para comprar uno. (Ni para alquilarlo tampoco). Eso si, la veo gratis desde mi balcón.

El mes pasado, en la cena de empresa,  la hoy jefa de recursos humanos me decía: "Ay Laura, todavía me acuerdo de que fuiste una de las primeras a las que hice la entrevista allí en la Torre de Madrid".  Y pensé contaros esta  historia.


Torre de Madrid 1957-1960. 37 plantas. Arquitectos: Julián Otamendi /Jose María Otamendi

martes, 15 de enero de 2013

La posada del centro


 
Casi todos los años por estas fechas hago una escapada  aprovechando la paga, pero este año, aunque no soy funcionaria, me da que me voy a quedar aquí.
Para no perder la costumbre voy a preparar un viajecito a Madrid y así lo aprovecháis los que estéis pensando en venir.
Una vez tenemos decidido el transporte, ya sea vuelo, tren o coche hay que elegir un hotel.
A mi lo que más me interesa  (a parte de que entre en presupuesto) son solo dos cosas, que tenga buenas opiniones en cuanto a limpieza y que sea lo más céntrico posible para poder acceder a "los imprescindibles" andando ya que creo que lo mejor de una ciudad está en sus calles, sus gentes, su gastronomía... en definitiva su vida y la única forma de integrarse un poquito en ella es pateándola.
Por eso una buena opción parece ser la Posada del Peine, en pleno centro, entre La Puerta del Sol y la Plaza Mayor.
Además el hotel tiene historia, en pie desde el 1610 es el más antiguo de España, se cerró en 1970 para abrir de nuevo en 2005 con la cara bien lavada. Su nombre se lo debe al artículo de cortesía que se ofrecía al huésped. Eso si, atado con una cuerda al lavabo para que no se lo pudieran llevar. Si hay quien todavía se lleva las toallas imaginaos en aquella época la tentación del peine.

Imaginad salir del metro con las maletas y encontrarse de frente el reloj de las uvas con el bullicio de la plaza, caminar cuatro pasos y llegar al hotelito. Subir a la habitación, cambiarse los zapatos y bajar a comer un bocata de calamares a la Plaza Mayor. Después, a perderse por los austrias, unas fotos del Palacio y la Almudena, un pequeño esfuerzo hacia la puesta de sol desde el templo de Debod y vuelta al hotel a cambiarse para tapear por las cavas y cerrar la noche bailoteando en Huertas.
A la mañana siguiente,  bajamos por Alcalá a ver a la Cibeles y de ahí por el paseo del Prado al museo para acabar con unos sandwich en el Retiro.  Por la tarde de rebajas a la calle Fuencarral, Gran Vía y Preciados, dejamos las bolsas en el hotel, nos volvemos a cambiar los zapatos y esta vez a ver que se cuece por Chueca que aunque quede un poquito lejos la vuelta se hace amena porque Madrid sigue despierta.
Pero antes de subir a dormir nos tomamos un buen chocolate con churros en San Ginés que todavía está abierto.

Pues al final no está nada mal quedarse en Madrid.
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