martes, 29 de diciembre de 2009

Buscando regalos (II)


TIGER STORES.
Tengo que reconocer que esta tienda la descubrí navegando no paseando, pero he preferido acercarme para ver los objetos en el vivo y en el directo, toquetearlos, probárlos y hasta olerlos si hace falta.
Volvemos a estar de suerte con los precios, de hecho tiene un cierto aire a los primeros "Todo a cien" pero un poco más chic, por algo está en el barrio de Salamanca.
Me gustan los salero-pimentero ángel-demonio como detalle para esos amigos que se acaban de hipotecar y agradecen que los reyes les traigan cositas para la nueva casa.
Un poco más caro pero sin llegar a los veinte euros tenemos un reloj de cocina donde la mamá puede poner todas las fotos de sus hijos y nietos para tenerlos ahí sonrientes mientras les hace el pollo asado.
Y a esa amiga tipo Bridget Jones a la que le acaba de dejar su quinto novio le vendrá muy bien el muñeco "ex lover voodo" es una pena que no exista el "boss voodo" aunque no creo que Melchor,Gaspar o Baltasar sean partidarios de este regalo...

¿Que me decís del puzzle tridimensional del cuerpo humano?

sábado, 26 de diciembre de 2009

Mis cielos de Madrid


Hay a quién le gustan los días lluviosos y grises.
A mi me deprimen, prefiero ver el sol amarillo aunque me ciegue.
Solo los disfruto si puedo estar en casa acurrucada en el sofá
mientras el llanto del cielo relaja mis tensiones adormeciéndome.
Bueno, también me gusta saltar en los charcos aunque ya no tenga edad.
Tampoco me molesta caminar hacia casa mientras me moja el chirimiri
sabiendo que cuando llegue el calor me reconfortará.
Pero no, estos días no son buenos para hacer turismo en tu propia ciudad:
los coches te salpican,la cámara se moja, la luz no es buena para hacer fotos...
Mejor mirar al cielo desde el balcón e inventar nuevas miradas.

Feliz Navidad.














Para rematar, una frase del último libro que he leido:
"Esta es la ciudad perfecta. Aquí nadie te pregunta quién eres ni lo que buscas. Y a cambio te da el cielo más bonito del país" (El cielo de Madrid, Julio Llamazares).

lunes, 14 de diciembre de 2009

Buscando regalos (I)

Una visitante que me sigue en la sombra me ha propuesto un reto: Encontrar tiendas curiosas, que no sea la de curiosidades, a ser posible anticrisis, para hacer regalos en esta Navidad.
Anticrisis..... el reto es complicado pero en este Madrid se puede encontrar de todo así que a por ello.

Inauguramos la sección con "LA GRAMOLA".

Es una pequeña tienda de compra-venta de música con olor a vinilo donde recordar guateques, movida madrileña o punk setentero. En pleno centro, justo al ladito de la por fin peatonal plaza de Callao y en la también peatonal calle del Postigo. Con una llamativa fachada amarilla, un montón de poster invadiendo el escaparate y cajas en la puerta abarrotadas de discos de todo tipo no tiene pérdida. Como veis en las fotos los precios no son para bolsillos grandes, lo que si que hace falta es tiempo para poder buscar entre estos cofres de lo que para muchos serán grandes tesoros hasta dar con el preciado disco que tanto gustará a una madre fanática de los Beatles, a un padre que no se cansa de Enio Morricone en "La muerte tenía un precio", al hermano que recuerda esa portada daliniana del Dangerous de Michael Jackson, incluso al primo heavy que sigue alucinando con Kiss.

Y ya que estamos, por pedir que no quede:
Queridos Reyes Magos,
si os pasais por esta tiendecilla ¿podríais traerme por ejemplo la BSO de Fiebre del Sábado Noche...? En mp3 no es lo mismo...
Seguiremos en contacto.

¡Ahora solo falta encontrar el tocadiscos!

sábado, 5 de diciembre de 2009

En el parque

Empecé Madrid Recóndito con un lugar de mi actual barrio que me llamó tanto la atención que me dio la idea de crear este blog. Hoy quiero celebrar el primer año con una entrada dedicada a MI Madrid Recóndito, a un lugar de un barrio que no tiene gran cosa pero que siempre será el mío: Mi parque.


Recuerdo cuando aún no era ni parque, solo un descampado con montones de arena que teníamos que atravesar para ir a la piscina cargados con la tortilla de patatas, la sandía, y el biberón de mi hermana.
Pronto llegaron los árboles, el césped, los columpios... mis primos nos llevaban a los cuatro canijos los domingos por la mañana vestidos con nuestras mejores galas, es decir, el traje de los domingos.

"Arriba siempre arriba sin pensar en la caída" como dice Manolo García, eso pensaba yo en aquel neumático con cadenas mientras estiraba y encogía las piernas para saltar desde él justo cuando estaba en lo más alto. Parecía que volaba.
Cuantas volteretas en el aire ayudada por los barrotes del tobogán grande, me creía una gimnasta: "¡mira mama, mira lo que hago!".

Mediados de los 80, y como cualquier otro parque de la periferia, éste no se libró de las jeringuillas junto a los árboles más alejados ni de los cristales de litronas esparcidos por doquier. Por suerte eso pasó.

Fue el mejor lugar para las primeras quedadas con amigos alejados de las miradas de los padres, para los primeros besos, para los primeros botellones cuando aún ni los llamábamos así y por supuesto para las pellas del instituto y las celebraciones de "el día de las notas".

Había tres bancos mágicos situados estratégicamente, dónde al caer el sol el tiempo se detenía y lo de alrededor no importaba, era difícil encontrarlos vacíos pero si tenías esa suerte podías disfrutar de la mejor velada romántica jamás imaginada. Lugares donde grabar corazones y hacer promesas de "para siempre".

Aunque en las canchas dónde antes se jugaba al fútbol hoy se juega al voleibol, hay cosas que nunca cambian, y es que los abuelos siguen jugando a la petanca en el mismo sitio.

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