miércoles, 26 de noviembre de 2008

Verde que te quiero verde


No se si por casualidad o como homenaje, de este color es la casa señorial de la calle Alcalá en la que vivió Federico García Lorca entre 1933 y 1936.

Suerte que llevaba mi cámara y los ojos bien abiertos cuando me fijé en lo bien cuidada que estaba la fachada y el bonito color que tenía, para mi sorpresa me topé con la placa que recordaba al poeta. Inculta de mi, ni siquiera sabía que pasó parte de su corta vida en Madrid y que además en ese piso fue donde finalizó dos de sus obras: "La casa de Bernarda Alba" y "Yerma".

Por lo visto nada queda ya de la habitación en la que residió pero al menos podrá sentirse orgulloso de que en este mismo edificio haya una gran librería que seguramente alberga todas sus obras.




Según una interesante publicación del día 18 de enero de 1998 en "El mundo", Isabel, una vecina, que contaba por entonces cuatro años, aseguraba que para su familia era un desconocido: «No se le daba importancia. Los artistas no contaban, y Lorca tenía fama de cursi, de raro, con un aspecto un poco miserable. Este era un edificio de gente bien y él era un pobrecito maricuela».

En las revueltas de junio del 36 una bala melló el dintel de la puerta que ya no existe. «Poco ha faltado para que me encontréis muerto» le dijo Lorca a su amigo el pintor José Caballero mientras señalaba el agujero que quedó.
Por desgracia para él esto fue como un aviso, el 18 de Agosto de ese mismo año moriría fusilado en su amada Granada.


¿Será casualidad también esta curiosa veleta en el séptimo balcón que da a la calle Narváez? Quizá algún día lo descubriré, de momento, un fragmento de su poema Veleta.


Las cosas que se van no vuelven nunca,
todo el mundo lo sabe,
y entre el claro gentío de los vientos
es inútil quejarse.
¿Verdad, chopo, maestro de la brisa?
¡Es inútil quejarse!

Sin ningún viento.
¡hazme caso!
gira, corazón;
gira, corazón.

lunes, 24 de noviembre de 2008

La torre adornada


A unos pasos del km cero se encuentra una de las plazas más pequeñas y bonitas de la capital, la plaza de Canalejas, cuyo conjunto arquitectónico merece la pena observar y estudiar detenidamente.
Esta vez me quedo en la Casa de Don Tomás Allende, su nombre no lo conocía hasta hoy mismo, para mí era (y es) "el edificio de la torre adornada de Canalejas".

Fue construido como edificio para comercios en su planta baja y viviendas en las superiores proyectado por Leonardo Rucabado (aunque finalizado tras su muerte por Saiz Martínez y Cabello Maíz). Este arquitecto cántabro quiso traernos a Madrid un cachito de su tierra utilizando para ello el estilo montañés y regional, típico de la época (1916-1920).
La solana montañesa de madera bien lustrada en la fachada de la carrera de San Jerónimo, así como los escudos de armas y las torres en ladrillo y piedra adornada con cerámicas del taller del pintor Zuloaga hacen que este edificio sea uno de los más fotografiados por los turistas.















Quisiera saber que sentirían los inquilinos del ático el 31 de diciembre al tomar las uvas con las campanadas del reloj de Sol a la vuelta de la esquina sonando en directo para ellos, sin necesida de encender televisión ni radio.
Afortunados.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Paseo por Delicias



Apenas he encontrado información sobre este edificio que pasa desapercibido en pleno Paseo de las Delicias.
Una curiosa inscripción y un cierto aire meláncólico llamaron mi atención la primera vez que lo ví.
Gracias a la web www.madrimasd.org he podido saber que "fue construido por el arquitecto Julio Martínez-Zapata Rodríguez entre 1901 y 1914 en estilo neomedievalista pero utilizando el ladrillo de la arquitectura neomudéjar madrileña" para albergar el Instituto del Pilar para la educación de la mujer y huérfanas hijas de Madrid. Actualmente es un colegio confesional católico concertado.



Me gusta imaginar que por las mañanas, muy temprano, Sor Josefa, bajita, de piel muy blanca, cara redonda y sonriente, barría la entrada mientras Pepe el lechero con camisa y gorra azul subía hacia Atocha en su bicicleta.
Dentro, por los pasillos, correteaba la pequeña Paloma de pelo negro y ojos grandes que soñaba con ser enfermera.









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