domingo, 23 de octubre de 2011

Viajeros al treeeeeeeeeeeen





















Cada vez que la abuela vuelve a Villaverde Víctor se queda diciéndole adiós desde fuera de la estación a través de las rejas, llorando porque quiere montar en el tren con ella. Así que la abuela le prometió que le llevaría a su casa en tren ese fin de semana pero solo si se portaba bien (cosa difícil aunque no imposible) y tía Bea decidió que ese mismo sábado le podrían llevar a ver trenes, trenes diferentes donde pudiera subir tantas veces como quisiera e incluso conducirlos. Tía Laura no se lo quiso perder y allá que se fue con la cámara.
Como todos los sábados la entrada al Museo del Ferrocarril costaba solo un euro y varias familias estaban con sus peques correteando para arriba y para abajo queriendo tocarlo todo.
Víctor estaba como loco mirando todas las máquinas y le daba igual la historia que tuvieran, quien las construyó, de que año eran o que ruta hacían, lo único que quería era subir en ellas ¡YA!
Primero un vagón de pasajeros de un Talgo. Se sentaba en los sillones, miraba por la ventana y decía adiós a la abuela que le esperaba abajo.
Lógicamente no hizo ningún caso al antiguo vagón de madera que tenía un comedor, ni a su coche cama, ni a la cocina (si, si, muy bonito pero si no puedo montar paso).
La gran Mikado 141 negra seccionada tampoco le impresionó demasiado. Pero fue entrar en otra  máquina de vapor y sentirse como en un parque de atracciones.


Manivelas, válvulas de presión, la ventanita por donde se echaba el carbón...
-¡Más presión para el vapor!- gritaba el niño de unos ocho años de al lado.
- Voy a soltar el freno!! - gritaba otro.
Mientras, Víctor intentaba hacerse un hueco entre ellos para coger la rueda que parecía un volante.
-Mas carbón!!- repetía él después de oír al resto de los niños.
Yo, allí sentada entre todos, me divertía casi más que ellos solo viéndoles las caras de entusiasmo.










 Al día siguiente, de vuelta a su casa tía Bea le preguntó...
-¿Te lo pasaste bien ayer?
-¡Si!
-Pues otro día te llevamos a otro sitio ¿vale?
-No. A los trenes.


miércoles, 5 de octubre de 2011

De otra época


Tengo debilidad por lo antiguo, incluso lo viejo, los objetos de otros tiempos y las historias que callan.
Siempre me gustó disfrazarme con lo que encontraba en los baúles de mi abuela o engatusar a mi madre para calzarme su vestido de novia.
Por eso cuando entré en la tienda 7 mundos quedé embobada con lo que allí se guarda. Es como un gran armario-vestidor repleto, sobre todo, de atuendos del siglo XIX.
La descubrí uno de esos domingos de callejeo por el Rastro. Solo abre sábados y domingos de 12 a 14, los justo para curiosas como yo y afortunados que se puedan permitir llevarse alguna prenda a casa pues si no recuerdo mal el vestido de la entrada ronda los seiscientos euros.
¿Cual me llevaría yo si pudiera? El de terciopelo verde sin duda.
Aunque también me llama ese nostálgico vestido de chulapa que seguro habrá bailaO más de un chotis en verbenas madrileñas.







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