- Nada hija que no hay forma de que este niño se esté quieto, así no hay manera... ¡Para ya que te voy a cortar una oreja!
Se oyó la cerradura de la puerta y después el tintineo de unas llaves chocando unas con otras al guardarse en un llavero de piel.
- Pero que griterío es este...
- Hola cariño. Dile tu algo anda que con nosotras se pone como una fiera. Este crío es imposible.
- Bueno... normal, porque quiere cortarse el pelo donde los hombres ¿verdad hijo? Venga, nos vamos a la barbería.
Recordaba aquello como si fuese ayer. A pesar de que vivía lejos del centro seguía yendo a aquella barbería solo porque el olor a jabón le hacía recordar al hombre serio y de carácter, pero sobretodo bondadoso que fue su padre.
Mientras le acariciaban con la brocha miraba con angustia sus propios ojos, tan grises como los de él. En ellos se adivinaba el peso del remordimiento por no haberlo antendido como debía. Cada día le echaba la culpa al trabajo, a la falta de tiempo, a un piso sin ascensor... Intentaba autoconvencerse de que una enfermera lo cuidaría mejor pero ahora se daba cuenta de que no fueron más que escusas para desentenderse.
La realidad era que no soportaba ver como su idolatrado padre se iba marchitantando al igual que a ningún niño le gusta ver debilidad en su superhéroe favorito.
Así se perdió sus últimos meses de vida sin darse cuenta de que un viejo, más que medicinas o higiene, lo que necesita es el calor de sus hijos.
Por ello escudriñaba los ojos grises del espejo buscando el perdón en ellos. Pero solo salía una lágrima que el barbero se había acostumbrado a enjugar enmascarando la compasión siempre con la misma frase:
- Suele pasar, es el olor de este jabón. Es como las cebollas, a unos les afecta y a otros no.
13 comentarios:
Que bonito Laura,el principio me suena a algo que pasó en tu casa hace muy poco,como siempre muy bonito.
Pues si, pero que conste que ya estaba escrito antes de lo de mi casa, todos los niños son iguales, jajaja.
Qué maravilla de fachada y la silla es una auténtica reliquia! Preciosa entrada, como siempre.
Recuerdo alguna barbería parecida en Villaverde, por supuesto ya no están. Los olores tienen el poder de llevarnos al pasado, ya me dirás cuando hueles un cocido donde vas.
Está saliendo el de Patrick Rothfuss, la primera parte me gustó pero no termina por supuesto...
Se te ha ocurrido verlo de otro modo, la historia, quizá halla veces en que los mayores no quieran que les vean apagarse...
Hermosa foto y magnífico el texto.
Salu2
Gracias Esme!
Flores si, los olores te transportan automáticamete a algún recuerdo y lo del cocido.. mmmm, no he vuelto a probar otro igual. En cuanto a los mayores también tienes razón, hay muchos que no se dejan ayudar...
Sobre el libro, ya estoy con la segunda parte, me encantó la primera y estoy enganchadísima con la segunda, me encanta!
Besos.
Gracias Juan Carlos :-)
Hola:
Me encanta tu blog, es muy interesante y atractivo. Me gustaría tener su blog enlazado a los mios, si te apetece hacer este intercambio. Mandame un correo gema.helena@yahoo.es UN ABRAZO
Feliz año para tí también!!
Qué chulo el sitio, me parece muy interesante... Me gusta pensar que no se pierden las costumbres.
Un besito,
Sandra.
Qué bonito...
Las cosas siempre cambian, lo bueno es que nos quedan los recuerdos(:
Qué bonito...
Las cosas siempre cambian, lo bueno es que nos quedan los recuerdos(:
Todos los meses voy a cortarme el pelo a esa peluquería, y te aseguro que la próxima vez (de aquí a un par de semanas) que entre lo haré acordándome de esta historia.
saludos
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