domingo, 21 de junio de 2009

Pardiez, una casa de pueblo en pleno centro.


Me bastaron la situación privilegiada en la que se encuentra y una fotografía del patio, para animarme a visitar la casa de uno de los amigos de mi estimado Alatriste en la que tuvieron alguna que otra reunión junto con el gran Quevedo y donde ponían a caldo a Góngora, el de la nariz superlativa, tal y como nos cuenta Iñigo de Balboa en "El caballero del jubón amarillo".

Así pues, con capa y espada me dirigí a este barrio de letras y piedras, teatros con alma de corral de comedias y encanto de un siglo de oro como los versos que salpican sus calles por las que anduvieron y lancearon más con pluma que con florete los grandes genios de nuestra literatura más universal.

Cerca de la misma que lleva su nombre, de la dedicada a Quevedo y para rematar en la de su más fiél enemigo, Cervantes, está la casa en cuestión, la de Lope de Vega: "fénix de los ingenios españoles", "fervoroso creyente aunque gran pecador".
Tuvo como huesped al Capitán Contreras, gran amigo y protagonista de su comedia El Rey sin Reino.



Restaurada a imagen y semejanza de como estuviera en la época, gracias al inventario que dejó hecho su hija, la visita es gratuita pero cara de conseguir, suele estar más que reservada asíque mejor llamar antes o te quedarás con las ganas de entrar y... "vuelva usted mañana" (lo digo por experiencia).

Os dejo con uno de sus poemas.


"A mis soledes voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.



¡No se que tiene la aldea
dónde vivo y donde muero,
que con venir de mi mismo
no puedo venir más lejos!



Ni estoy bien ni mal conmigo;

mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo"









miércoles, 3 de junio de 2009

Desestresándome en el Retiro

El viernes pasado me acerque a la feria del libro del Retiro.
Tras avanzar calle arriba entre lectores y casetas, casi, casi al final pude ver una casita rosa en medio de un pequeño estanque. Por supuesto fui a la caza de la foto y me encontré con la casita del Pescador, una de las pocas construcciones que quedan en pie de la época de Fernando VII cuando aún era jardín monárquico y la plebe no tenía acceso, aquí tenían lugar los juegos caprichosos del rey.

Será una tontería pero he recorrido el Retiro mil y una vez (que no mil y una noche, puede ser peligroso...) y nunca había visto esta zona.
Justo al lado y sorprendiéndome una vez más está la montaña artificial por la que cae una cascada que aunque no demasiado alta refresca el ambiente.

Para descansar del paseo, nada como una terracita entre árboles donde tomar el refresco al que soy casi adicta y olvidarme del estresante mayo caluroso que no me ha dejado tiempo ni ganas para actualizar el blog tan a menudo como solía.
Prometo volver a las andadas.
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