jueves, 2 de agosto de 2012

En la soledad del trayecto diario



Hace unos días la chica del primer vagón vestía una sonrisa de plenitud cada mañana.
Llegaba con calma a la estación y no se agobiaba si perdía el tren a pesar de que el siguiente pasaba medía hora después (mas retraso).
Se sentía feliz y aunque en la radio seguían hablando de la subida de la prima y la caída de la bolsa a ella no le preocupaba porque lo único que le importaba en aquellos días era que el minúsculo corazón que latía en su vientre perteneciese a un sano bebé.

Sin embargo esta mañana vagaba por el anden medio sonámbula buscando el sitio exacto donde se abrirían las puertas para cazar el asiento de ventanilla.
Nadie diría que es la misma, tenía los ojos nublados y se había olvidado la sonrisa en casa.
Ya sentada su mirada se pierde en el horizonte ignorando el paisaje y haciendo caso omiso a la prima y la bolsa porque si antes le importaba poco ahora ya menos. El corazoncito se paró y ese es el único momento del día en el que se permite pensar en ello, más bien el único en el que no puede evitar pensarlo. La soledad del tren la invita a compadecerse de si misma, atragantarse con la rabia que no puede expresar y preguntarse una y otra vez por qué yo, por qué a mi.
La pérdida es dolorosa pero es aún peor saber que cuando lo vuelva a intentar el miedo estará acechando.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...