martes, 21 de septiembre de 2010

El chico de los ojos oscuros

Se alojó en el Hotel de las letras.


Desde allí podría observar sus movimientos sin problema y sin que sospechase. Un estirado más, con traje y ordenador portátil, trasladado a la capital por un tiempo determinado.
Al principio la veía como uno más, ni frío ni calor, solo tenía que encontrar la manera más fácil y menos arriesgada de acabar con ella.
Una noche la sorprendió en la terraza observándole con sus ojos gatunos y pudo ver en ellos el fuego de la pasión más encendida que jamás había sentido por una mortal.
Pudo sentir como ella quedó atrapada en esa mirada por lo que decidió que lo mas fácil sería forzar el típico encontronazo de película en el que chico choca con chica, se miran a los ojos, uno pidiendo perdón, la otra aturdida... y surge una conversación tonta que finaliza en un intercambio de teléfonos o un café en el hotel.
Fue precisamente en ese primer café cuando supo que le sería muy difícil llevar a cabo su trabajo.
Nunca había sentido nada, absolutamente nada, ni siquiera asco, por una víctima (si es que podía llamarse así). Sin embargo con ella le era imposible ser indiferente, no podía concentrarse en su plan, su jugosa boca entreabierta le apasionaba y le hacía olvidar la verdadera razón por la que estaba ahí.
La atracción era mutua y en un par de días el café lo tomaban en la habitación tras noches de lujuria en las que mientras ella mordisqueaba su cuello él seguía el ritmo de sus caderas
olvidando todo lo que era, alejando de su mente cualquier remordimiento y entregándose sin más a ese cuerpo sin alma por el que en esos momentos se sentía capaz de regalar la suya al igual que estaba haciendo con su esencia.
Después, cuando ella se marchaba, volvía a la realidad y se maldecía por su incompetencia, por no saber mantener la mente fría, ni el pantalón abrochado, pero sobre todo por echarla de menos.
Llevaba así unos meses y esa noche Daphne le había pedido que fuera a su terraza pues tenía preparado algo especial para él. Era el momento idóneo para tomar la difícil decisión. Sería mejor no pensar, se dejaría llevar.... y actuaría por impulsos: Acabaría con ella para siempre, pero ¿en qué sentido?



Safe Creative #1009217396691

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Caprichosas


Me considero caprichosa aunque esté mal visto y alabo el gusto y el capricho de la duquesa que dio lugar a este frondoso parque, tan recóndito, que las dos veces que he ido me ha costado ruegos y preguntas a los vecinos de la Alameda de Osuna para dar con él.

María Josefa Pimentel (1752-1834) era una de las mujeres más inteligente de su época. Tenía uno de los salones literarios más importantes de Madrid, era gran admiradora del arte y mecenas de importantes personajes, entre ellos Goya.
Por eso no sorprende que para la creación del jardín de su finca trajese a los mejores artistas y jardineros a los que ella misma supervisó para convertirlo en su particular paraíso donde dar rienda suelta a sus extravagancias.
El nombre, Parque del Capricho, tiene su origen en los varios decorados que se inventaba esta mujer para sorprender a sus invitados en las afamadas fiestas que celebraba. Uno de ellos que aún se conserva es "La casa de la vieja"; simulaba una cabaña de campesinos habitada por una familia de autómatas que se dedicaban a sus labores campestres .


En cada esquina del parque encontramos curiosas historia que seguramente pasan desapercibidas a los sorprendidos visitantes.
Por ejemplo, El columpio, Las cuatro estaciones, La merienda campestre o La pradera de San Isidro de Goya estaban colgadas en las habitaciones del palacio.
El laberinto de laureles, conservado hoy tal y como lo tuviera la duquesa, era el lugar favorito para el escondite y los juegos amorosos.
En este templete de Baco se rodaron algunas de las escenas de la película "Doctor Zhivago" (y adelanto que no es el único lugar de Madrid que aparece en ella).



Algo que no vi pero que nos muestran con fotos impresionantes en abandonalia es el entramado de búnkers que aún se conservan de cuando el parque fue Cuartel General del Ejército del Centro en la guerra civil.

Más alegre es el pequeño estanque que da una total tranquilidad y nos refresca los suspiros en estas últimas tardes de verano.


Pero lo que más me gustó fue el salón solitario de moqueta de tierra, columnas de madera y techos de hojas verdes por las que se filtran sólo los necesarios rayos de sol. Una perfecta arquitectura, la de la primera foto.

martes, 7 de septiembre de 2010

Otra de metro

Vuelta del trabajo. Un colega me ha dejado en una estación de metro por la que no suelo pasar pero que me pilla bien para ir a casa más rápido.
En el anden una chica rubia con maletón parece llorar. ¿Me acerco o me hago la tonta?
-Perdona, ¿necesitas ayuda?
-No gracias, es que... las despedidas... ya sabes.
Por su acento diría que es andaluza y no creo que tenga ni los 25.
Llega el tren y me dice que ahora si que necesita ayuda, tiene que coger un autobús a Zaragoza y no está segura de la parada de metro a la que debe ir.
Vale, es Avda de América, lo tengo fácil para indicarla, me pasé yendo en esa dirección por la problemática circular más de cinco añitos seguidos. Y como no podía ser de otra manera la línea gris se estropea... a la mierda lo de llegar pronto a casa.
-Ay, Dios mío, que no llego, que voy a perder el autobús... ¿y quien me paga a mi esto? Voy con lo justo, si es que ya lo sabía yo, con lo poco que me gusta a mi MadriZ....
-Tranquila, haz una reclamación cuando llegues a Avda de América, supongo que te cambiarán el billete.
-¿Y como hago eso?¿donde? Madre mía, he venido a hacer una cosa, llevo aquí un mes, con lo que me cuestan las despedidas...¿y no puedo fumar aqui? ¡Joder necesito un cigarro!
La intento tranquilizar y al final la chica se suelta y me cuenta que tiene una niña y dos mellizos, que es de Málaga y que ha venido a Madrid a abortar ¡de trillizos! (Pero no tengo ni idea de por qué irá a Zaragoza).
Solucionada la incidencia, el metro sigue y yo me bajo en mi estación.
-Suerte, que te vaya todo muy bien - me dice agradecida mientras me da un apretón de manos.
-Igualmente, que tengas buen viaje - le digo sonriendo.

¿Uno, dos, tres!!? Yo creo que ha sido la situación más surrealista de todos mis viajes en metro.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...