(aquí hago un inciso, y egque aunque madrileña no soy gata, para ello es necesario ser hijo de padres y abuelos madrileños). No lo recordaba muy bien pero más o menos le dije por donde iban los tiros. Hoy mientras leía la historia para comentarsela mañana se me ha ocurrido que debía explicarla en el blog, pero claro, estas entradas están dedicadas a lugares de Madrid que tengan alguna historia , que sean especiales o simplemente curiosos pero no a una historia en sí.
un lugar que me llamó la atención por los "agujeros" de sus paredes y donde hoy he podido comprobar que efectivamente sirven para lo que yo pensé en aquel momento. Pero vayamos por partes.
La historia se remonta al siglo once, cuando en Magerit habitaban más Fátimas y Mohameds que Marías y Josés.
El rey Alfonso VI de Castilla pretendía conquistar la ciudad más importante de la península: Toledo. Pero para ello antes debía hacerse con esta pequeña fortaleza musulmana situada en un lugar estratégico, muy bien vigilada y amurallada. La gesta estaba complicada y tras sitiar la ciudadela no se veía el momento ni el lugar por el que comenzar el ataque. Entonces como caido del cielo llegó un joven al que apodaban gato por su agilidad a la hora de trepar muros. La idea era que el mozo, ayudado por un cuchillo, escalara uno de los torreones cercanos a la puerta de la Vega. Una vez arriba, solo tendría que lanzar una soga para que los soldados pudiesen también subir y sorprender así a los moriscos. Cuenta la leyenda que así fue como el rey conquistó Magerit. Desde entonces a los descendientes y familiares del chico se les llamó gatos, y más tarde a todos los madrileños.

Por suerte esta tarde ha salido el sol. Por suerte algunos gatos trepaban la pared y han sido protragonistas de mi fotografía también sin saberlo.
Amigo cordobés, quizá lo que a ti te contaron es, que como a los gatos, a los madrileños nos gusta la noche, ya sabes tu bien que Madrid nunca duerme.